Finalizada la Cuaresma, camino de preparación a la Pascua, deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todos los familiares y personas asistidas en los Centros de la Orden, mi felicitación pascual, con mis mejores deseos de que el Señor que ha vencido la muerte, abra nuestros corazones, nuestras comunidades, centros y familias a la luz, a la esperanza y a la vida nueva que nos trae el Resucitado. ¡Feliz Pascua para todos!.

 

Este año leeremos el Evangelio de San Marcos en la Vigilia Pascual. Era una piedra muy grande, una losa, la que tapaba el sepulcro de Jesus, imposible de mover para las mujeres que iban a llorar su muerte. Su sorpresa fue que la piedra estaba corrida y solo vieron un jóven que les anunció la resurrección de Cristo. ¡No está aquí. Ha resucitado!. (cf Mc 16,1-7). Así es como a veces nos sentimos cuando miramos el mundo, la Iglesia y nuestra propia Familia, incluso cuando nos miramos a nosotros mismos: descubrimos sufrimiento, enfermedades, violencia, hostilidad, egoísmo, cansancio, muerte e impotencia. Una losa demasiado grande para levantar la cabeza delante de tanta dificultad.  

 

Esa misma experiencia vivió Jesucristo en el mundo y en la sociedad de su tiempo a la que sirvió, anunció e hizo presente el Reino de Dios. Sin embargo apenas fue escuchado y fue condenado a morir en la cruz. Parecería que la losa, la misión, era demasiado pesada y había terminado con él y con el plan de Dios. Sin embargo no fue así, porque el Dios de la vida y de la historia, lo resucitó, cambiando la suerte de la historia, de los hombres y de las mujeres. La vida triunfó sobre el pecado y la muerte, la luz sobre la oscuridad, de modo que no hay losa tan grande que no pueda ser vencida.  

 

Esta misma experiencia somos llamados a vivirla en la actualidad, gracias al amor de Dios y a la resurrección de Cristo. Seguramente seguirán existiendo muchas realidades que causan sufrimiento en nuestro mundo, pero vivir como resucitados nos debe dar la fuerza y la capacidad para luchar y trabajar cada día, en nombre de la misericordia y del amor de Dios, con el fin de  suprimir lo que produce tanto dolor a nosotros mismos y a nuestros semejantes y en todo caso para mitigarlo.  

 

Quisiera invitar a todos los que formamos parte de la Familia de San Juan de Dios a vivir la alegría de la Pascua y el compromiso para promover la hospitalidad desde el servicio a los enfermos, pobres y necesitados, como signo y expresión de la nueva vida que nos trae el resucitado. Hay muchas losas que quitar a tantas personas, incluidos nosotros mismos, que sufren de muchas formas, que tienen rostros concretos y que están a nuestro lado, delante de los cuales no podemos sino hacer lo que hizo el Buen Samaritano y nuestro Fundador San Juan de Dios.

 

En el marco del año de la Vida Consagrada estamos viviendo en nuestra Orden el año de las vocaciones a la hospitalidad. La finalidad de este año vocacional tiene mucho que ver con el mensaje que nos trae la pascua de resurrección. Es una oportunidad que nos brinda el Señor para levantar y  quitar de nosotros todas las losas o piedras que obstaculizan, bloquean o paralizan la vocación y la misión a la hospitalidad que hemos recibido. Es una llamada para purificar nuestra vocación, para limpiarla de pesimismos, limitaciones invalidantes, perezas paralizantes e indecisiones. Es la posibilidad que se nos ofrece para vivirla con la alegría del primer día y con la audacia y el compromiso de quien se siente sostenido por la fuerza del resucitado. 

 

Estamos en los primeros meses del año vocacional y quiero seguir animando y llamando a todos los miembros de nuestra Familia de San Juan de Dios a orar por las vocaciones, religiosas y laicas, a la hospitalidad y a promoverla y proponerla allí donde estemos, a los jóvenes y a quienes nos miran y nos escuchan. El mejor modo de hacerlo, Hermanos y Colaboradores, es a través del ejemplo y del testimonio personal, pero también es importante hacerlo mediante los medios y los materiales que de forma especial este año, están a nuestra disposición. Son necesarios internet, las redes sociales y todos los demás medios modernos de comunicación social, pero no es suficiente. Es necesario también el boca a boca, que se nos oiga y se nos vea la pasión con la que nosotros mismos vivimos la vocación que proponemos.

 

El Señor nos ha regalado el don de la hospitalidad, para que la hagamos presente en el mundo segun el espíritu de San Juan de Dios. Este es uno de los signos más evidentes de la resurrección y de la nueva vida que nos trae el resucitado: acoger y servir a los hermanos pobres, enfermos y necesitados, a quienes no tienen trabajo, se sienten excluidos y no tienen ni patria ni hogar, a quienes tienen muchos bienes materiales pero han perdido el rumbo y el sentido de la vida. Este gran regalo es al mismo tiempo un fuerte desafío para todos nosotros, para vivir como resucitados y para hacer presente y fructífera la hospitalidad, la misericordia y el amor de Dios. ¡Ayudemos a quitar las losas pesadas de nuestros hermanos que sufren!.

 

En nombre de toda la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General,  Hermanos y Colaboradores, os deseo a todos una Feliz Pascua de Resurrección, llena de alegría y de hospitalidad.

 

 

Hno. Jesus Etayo

Superior General