Se erige como oferta experiencial, de crecimiento interior, humano y de fe, que pone en contacto la realidad más íntima de la persona con la necesidad acuciante de un mundo de personas que sufren; con la propuesta de un Dios que nos ofrece la posibilidad de poder colaborar en un proyecto de justicia y misericordia, como fuente de autorealización antropológica y trascendente, que conduce a la salvación dentro del lenguaje bíblico y a la felicidad profunda, del que se siente protagonista de un proyecto vital que engloba su propia realidad y la de su hermano prójimo.